De momento esta edición del Tour no nos está brindando grandes tardes del mejor ciclismo, pero en apenas dos días nos está llenando de malas noticias. Si ayer nos acostamos con la noticia del ataque de un loco, que disparó con una escopeta de perdigones al pelotón e hirió a tres corredores, entre ellos a Freire, hoy nos hemos levantado con la muerte de un aficionado arrollado por una moto de la Guardia Republicana.
Cancha para que los franceses se luzcan por el camino y llegada al sprint masivo. Ese parece ser el pacto al que han llegado los ciclistas para el día de hoy en el que se celebraba la fiesta nacional francesa. Si los Pirineos han sido decepcionantes, la etapa de esta tarde ha sido la repanocha. Lo único salvable ha sido la victoria del británico Mark Cavendish, que ya suma tres triunfos en este Tour, y demuestra que al sprint no hay quien le tosa.
Que una jornada de las denominadas pirenaicas esté a punto de resolverse a favor de los sprinters o que el en el grupo principal haya aproximadamente cincuenta hombres al coronar todo un coloso como el Tourmalet, habla a las claras de lo descafeinada que ha sido la etapa de hoy y del poco tino que ha tenido la organización al diseñar un recorrido que ni mucho menos invitaba al espectáculo.
La primera etapa de montaña del Tour ha sido un paseo militar para Astana. La carrera ha bailado al ritmo que ha impuesto el equipo kazajo, que ha demostrado su superioridad. A esto le sumas que aún queda mucho y que Arcalis es un alta categoría bastante flojito, y nos quedamos con un etapa sosa que ha ganado un debutante: Brice Feillu (Agritubel).
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